/ DOCTRINA PAROT   

Siete depredadores excarcelados han vuelto a las andadas 

 


La última alimaña de factoría nacional ya está en libertad. Desde hace unos días, Gregorio Cano Beltri, más conocido como el violador de la Verneda, ya pasea libremente por las calles de Barcelona.  Sí, es ese que pedía felaciones a punta de navaja en la periferia de la ciudad condal. Imputado por 24 violaciones, solo le convalidaron 17. ¿Será el siguiente en volver a la cárcel? Hasta el momento ya son siete los que no han podido resistirse a su instinto depredador innato. 

Joaquín Rodríguez Lawrance               @jrlawrance para @criminal_leaks


El tipo, que es un no rehabilitado según los funcionarios de la prisión, ha salido despavorido de la cárcel tras cumplir 20 años de condena. A su la salida, una voz timorata acompañada de un dudoso arrepentimiento avecinan tormenta. La reincidencia se huele, pero habrá que dejarle que lo intente pensaran los buenistas. La cuenta atrás ha comenzado. Son los últimos ecos de la chapuza Parot. Cinco años después de su caida, todavía observamos con esperpento aquel acto de horribles consecuencias en materia de seguridad ciudadana. Y aquí estamos, gracias entre otras cosas a esos iluminados del Tribunal de Estrasburgo, cínico defensor de los derechos humanos a  quien un buen día se le ocurrió dinamitar toda esperanza de justicia poniendo en libertad a aquellos que vilmente durante las últimas décadas han ido arrebatando vidas humanas de forma despiadada. La crueldad en todo su esplendor. Una mesa redonda decidiendo desbloquear el nivel monstruo, olvidándose de paso de la memoria de centenas de almas inocentes que han perecido delante de la bestia. Niñas, jóvenes, ancianas y otras víctimas muertas a manos de estos sanguinarios depredadores. Como resultado a tan vil medida tribunera, un goteo incesante de psicópatas desfilando por las puertas de las cárceles españolas. Pero abróchense el cinturón porque la estadística es demoledora. Siete de aquellos catorce delincuentes sexuales y asesinos liberados en 2013 han vuelto a las andadas. Un 50%. ¿Que fue del resto? Mejor no imaginarlo. Para estos tipos salir de caza es demasiado tentador. Pero, pongámosle nombre a esta parada de monstruos reincidentes. 

Pedro Antonio “El Seco” Martínez, delincuente que a principios de los años noventa acuchilló a sangre fría a tres personas en Villarrobledo y Albacete . Tras 16 años en el penitenciario de Castellón, nada más pisar la calle volvió súbitamente a la nevera por robar un coche. No era más que el principio. 

 

Más tarde volvió a agredir a otro vecino de Villarrobledo y desde finales de 2017 "El Seco" está de vuelta en el penitenciario de Albacete, en está ocasión por amenazar a una mujer con un cuchillo. Sus dos años de condena podrían quedarse en diez meses. Para entonces habrán cantado bingo. “La tasa de reincidencia es altísima y encima en muchos casos no se les pueden aplicar medidas de control como la libertad vigilada” afirman varios directores de instituciones penitenciarias  advirtiendo sobre el riesgo absoluto de excarcelar a este perfil de presos.

 

Pedro Luis Gallego Fernández, el violador del ascensor, conocido por sembrar el terror nacional a principios de los años noventa. Sin duda situado en la pole de la crónica negra de nuestro país. En su haber, decenas de violaciones y en mayúsculas dos crímenes despiadados: Marta Obregón y Leticia Lebrato, dos jóvenes estudiantes de Burgos y Valladolid a las que asesinó sin piedad en 1992. Calificado como un recluso ejemplar que limpiaba zonas comunes, voluntarioso y con inquietudes académicas, volvíó a la cárcel en verano de 2017 tras dos violaciones consumadas y dos en grado de tentativa en las inmediaciones del Hospital de la Paz en Madrid.   Reencarnado en "El Violador de La Paz", se ocultaba tras un antifaz, para poner en jaque al barrio madrileño desde donde raptaba a sus victimas para posteriormente dirigirse por carretera a Segovia, ciudad donde había intalado su residencia y en la que pasaba desapercibido como un desempleado que pasaba sus días paseando al perro. Diversos estudios realizados antes de que cometiera los asesinatos de Leticia y Marta advirtieron sobre su estado de psicopatía, no obstante existen tres informes firmados por diferentes psicólogos penitenciarios que reflejan que por aquel entonces el violador del ascensor estaba más que preparado para volver a vivir en libertad. Espeluznante. Hace dos meses intentó quitarse la vida en la cárcel de Navalcarnero tras ingerir un bote de barbitúricos.

Pablo Manuel García Ribado, el violador del portal. Se pasó 17 años en la cárcel tras llevar a cabo 74 violaciones. Como era de esperar tardó solo 11 meses en volver ser detenido tras cometer cuatro abusos sexuales, dos de ellos sobre menores. Para llevar a cabo su plan, se camufló como fisioterapeuta en la provincia de Guadalajara sirviéndose de una identidad falsa. 

 

Antonio García Carbonell. Permaneció 18 años en prisión por violaciones varias a parejas de novios a los que sorprendía durante la noche. Volvió a chirona solo cuatro meses después de ser liberado por intentar asesinar a una anciana de 75 años a la cual torturó y dejó tirada en un descampado de Cabanes (Gerona) 

 

Manuel González, El loco del chándal, está en prisión desde el pasado verano tras intentar asesinar a dos familiares del Alcalde de Almadén de la Plata (Sevilla) pueblo que se movilizó para evitar que el delincuente se afincara allí tras salir de la cárcel de Brians en 2013. Carnicero de profesión, aprovechaba su destreza con el manejo de cuchillería para asaltar a sus víctimas con flechas y objetos punzantes. Dos décadas en el penitenciario barcelonés que poco o nada sirvieron. Su sed le ha conducido de nuevo a la cárcel.

 

Juan Manuel Valentín Tejero, la cara del diablo. Un tipo frio como el hielo, cuya mirada fue temida por quienes le custodiaron durante casi dos décadas. Tras acumular seis condenas consecutivas por violación a finales de los ochenta y principios de los noventa, posteriormente pasó otros 21 años entre rejas por matar a Olga Sangrador, una niña de solo nueve años, aprovechando un permiso penitenciario de tercer grado. Un pedófilo sin retorno según los psicólogos. Cuatro años después de ver la luz y tras camuflarse en Madrid bajo el alias de “Benito”, volvió a prisión en 2017. Hasta ese momento había sobrevivido como chapuzas para una comunidad cristiana en el barrio de Delicias donde había alquilado una habitación a una buena mujer que descubriría su verdadera identidad el día que lo detuvieron. Hasta ese momento era definido como  “una gran persona, muy servicial y comprometido en todos los trabajos que realizó para aquellas gentes". Durante todo ese tiempor el tipo tuvo incluso contacto con menores sin aparentes incidencias. Como era de esperar, no pudo más y volvió a las andadas con la nieta de un conocido durante las Navidades de 2016. 


Valentín Tejero, no muestra ningún síntoma de arrepentimiento por el crimen de Olga Sangrador y ni mucho menos por su dilatada carrera sexual. Los informes manejados advirtieron de que "era irrecuperable" y así se ha demostrado. El y Pablo Garcia Ribado, violador del ascensor, coincidieron en la cárcel manchega de Herrera de la Mancha con Miguel Ricart, el florero del caso Alcasser. Allí, repudiados por el resto, hicieron buenas migas hasta que tuvieron que cambiarles de modulo para proteger sus vidas frente a otros presos que les tenían ganas. El módulo de respeto ha sido el comodín perfecto para ellos, ya que está reservado para eminencias y presos en recta final de condena, los cuales dada su situación no se atreven a hacen leña de estos otros reclusos y por lo tanto es la solución penitenciaria perfecta. 


"En la cárcel no se les quiere" afirma un reo. “Hay un código carcelario en el que no queremos saber nada de los que matan a niños y violan a mujeres".

 

Felix Vidal Anido, el violador del estilete. Su condena ha sido la más longeva (32 años). Como mérito, más de medio centenar de agresiones sexuales y su esperada reincidencia solo cuatro meses después de salir en libertad tras intentar asaltar a una mujer en el portal de su casa. Solo cumplió 21 meses de condena porque el juez consideró que no hubo agresión sexual sino solo coacción. El personaje es hoy libre como un pajarillo.

 

A diferencia de España, en otros países se aplican medidas especiales como la vigilancia permanente tras salir de prisión o la castración química, muy utilizada en la zona nórdica de Europa.  “Estos individuos son médicamente tratables, pero no curables”, afirma una profesor de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid. Muchos de ellos obligan al tratamiento de inhibición sexual, una medida que curiosamente ha sido rechazada por todas estas reliquias nacionales.  Solo han caido la mitad (que se sepa), que no es poco, pero ¿Hasta cuando debemos esperar para enfrentarnos a esta realidad tan evidente? Mientras sigan exponiéndose a sus deseos no habrá vuelta atrás. Son y serán un peligro público para la sociedad.